Visitantes ofrecen flores, semillas, chocolate e incienso a Xochipilli en Xicotepec.

Toda una algarabía acompañada del sonido del Caracol, que manifiesta la voz de los Dioses y en procesión, avanzan las danzas por los cuatro puntos cardinales, para tener un encuentro con las autoridades, ahí lucen flores, donde también se ven plasmadas en sus atuendos de manta blanca y enredados entre las trenzas de sus cabellos, los presentes lucen con coronas de flores de varios colores entrelazadas unas con otra, mientras en las calles se miran cargando entre sus brazos canastas llenas de rosas, girasoles, claveles y margaritas de diferentes tonalidades que son ofrecidas a Xochipilli.

Esta fiesta pagana es de la más antigua en la Sierra Norte del Estado de Puebla y se lleva justo en el centro ceremonial vivo “La Xochipilla”, en honor a Xochipilli, dios de las flores, de las amistades y del amor, a quien, en el solsticio de verano, piden por un buen temporal, agradeciendo las lluvias que entran, mismas que devuelven la vida a las semillas que han sido germinadas por la madre tierra.

El príncipe también es patrono de la música, la poesía y el canto, por lo que sus festejos están llenos de hombres, mujeres y niños que danzan y cantan en círculos, mientras la música no para y los espectadores no dejan de aplaudir, turnándose unos con otros para bailar.

Además de las flores y el incienso, también recibe como ofrenda el pan, la miel y el agua, mismas que son ofrecidas a propios y extraños para deleite y restauración por el largo viaje realizado para presenciar los festejos.

En Xicotepec la festividad a Xochipilli es magia por completo, es considerada por mucha gente de regiones lejanas, como un lugar sagrado dotado de vida propia que resulta favorable para quienes invocan sus poderes. En el corazón de este «santuario» de magia y esperanza, se esconde el poder y benevolencia de un ser especial, que puede ser Xochipilli, Tajín, Tlaloc, Tziní o Cintéotl, pero solo que modificado a través de una larga y enriquecida tradición, se ha convertido en el espíritu de «Juan Techachalco».  

Desde la época prehispánica es un lugar de peregrinar de muchos grupos indígenas, los cuales acuden a la fiesta de Juan Techachalco, figura resultante de la unión de Xochipilli y San Juan Bautista, esta celebración es la tercera concentración de grupos indígenas en México, solo por detrás de la Guelaguetza Oaxaqueña y el Huéy Atlixcáyotl Atlixquense.

En esta festividad, Xicotepec es inundado por olores de flores de cempazúchitl, incienso, cera fundida y comida, los cuales le dan ese toque de magia y misticismo.

Este santuario indígena se mantuvo pese a las prohibiciones eclesiásticas y se declaró Patrimonio Cultural del Estado de Puebla.

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